miércoles, 22 de marzo de 2023

Derecho a la ciudad. Prefacio @nuriaribasp @lineaamarilla

 «El objetivo del urbanismo debería ser poder disfrutar de ciudades inclusivas que tengan en cuenta la diversidad real que caracteriza los espacios urbanos, y así poder hacer posible que el derecho a la ciudad sea un derecho humano para todas las personas». [1]

Inauguramos nueva sección, Derecho a la ciudad. Hacía mucho tiempo que en La Línea Amarilla buscábamos la manera de hablar de las ciudades, ese espacio creado porque un día nos dimos cuenta de que no es posible sobrevivir solos, que el individualismo a ultranza no es una salida, que estamos interconectados y somos interdependientes. Desde esos lejanos días de nacimiento de las ciudades hasta hoy (mucho antes de la Grecia clásica, aunque el trabajo de marketing de los antiguos helenos fue espectacular), nuestras urbes se han multiplicado en número y en tamaño. También parece haberse olvidado el propósito por el cual nacieron.

Derecho a la ciudad. Prefacio

Nuria

Afirma el antropólogo social Manuel Delgado -en el prólogo a la (bendita) reedición que Capitán Swing realizó en 2011 del clásico de Jane Jacobs Muerte y vida de las grandes ciudades– que hemos construido una «concepción de la ciudad que piensa y actúa sobre ella en términos de valor de cambio, es decir de búsqueda de obtención de beneficios, por lo que se presenta como una mera mercadería sometida a la ley de la oferta y la demanda. Esa es la realidad actual de tantas ciudades y acaso el futuro de las demás: acumulación de capital, persecución de rendimientos y generación de plusvalías, todo ello presentado bajo pomposas denominaciones del tipo ‘reforma’, ‘reconversión’, regeneración’…que no dejan de ser la expresión de hasta qué punto lo que Jacobs llamó ‘dinero catastrófico’ se está saliendo con la suya».

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Efectivamente, sesenta años después, Jacobs sigue teniendo razón. Lo peor es que no es cierto que nuestras ciudades las hayamos construido así entre todos y todas, desde la heteronorma patriarcal. A los que habitamos las ciudades casi nunca – o nunca – nos han preguntado nada antes de diseñar los planes urbanísticos.

    todo el siglo XX ha supuesto un despropósito urbanístico, siempre dando preponderancia a la vida productiva sobre la reproductiva

Unos planes que, desde finales del XIX y principios del XX, dan total preponderancia a la vida productiva sobre la vida reproductiva (el capitalismo sobre los cuidados; lo atribuido al hombre sobre lo supuestamente predestinado a la mujer; el patriarcado sobre el feminismo; o, bajando al barro, los coches sobre los peatones; las grandes infraestructuras de escaparate sobre las pequeñas mejoras que facilitan la vida cotidiana…).

De modo que lo económico siempre ha primado sobre lo doméstico. La ciudad está pensada para ir de casa al trabajo, con grandes avenidas llenas de coches y, con suerte, una buena red de metro…para llegar al trabajo. Los nuevos ensanches de nuestras ciudades, como el Ensanche de Vallecas en Madrid, no hacen si no aumentar ese espacio inhóspito, por el que solo es viable desplazarse en coche hasta el centro comercial más cercano. (El tipo de ocio que promueve este urbanismo es otra pieza del puzle, por cierto).

Equilibrio, sostenibilidad, participación

El término ‘derecho a la ciudad’ aparece, como es bien sabido, en 1968 cuando Henri Lefebvre escribió su ensayo El derecho a la ciudad. Lefebvre se centraba en el impacto negativo sufrido por las ciudades en los países de economía capitalista, con la conversión de la ciudad en una mera mercancía al servicio exclusivo de la acumulación de capital por parte de empresas y clases altas rentistas. Todavía no existían fenómenos como Airbnb, pero ya se intuía por dónde irían los tiros.

Nuestras ciudades, amadas, porque desde aquí afirmamos que las amamos como generadoras de diversidades y de creatividad, tienen muchas cicatrices que el concepto nada abstracto del derecho a la ciudad puede sanar. Por eso esta nueva sección. Por eso este empeño en, desde el periodismo, aportar nuestro granito de arena marca de la casa.

    nuestras ciudades, amadas, tienen muchas cicatrices que el concepto nada abstracto del derecho a la ciudad puede sanar

Lo haremos poniendo nuestro espacio y nuestro saber periodístico al servicio de pensadores, activistas, iniciativas, denuncias de heridas urbanas y proyectos futuros que tengan en el centro de su praxis ese derecho a la ciudad que nos guía. Derecho a la ciudad y unos vínculos urbano-rurales equilibrados y sostenibles.

Y lo hacemos, también avisamos, desde un «conocimiento situado», ese concepto estupendo que acuñó Donna Haraway: nuestra postura respecto a la ciudad es un posicionamiento subjetivo y situado. Veraces siempre, parciales también.

Empezamos.

[1]: Zaida Muixí Martínez, Roser Casanovas, Adriana Ciocoletto, Marta Fonseca y Blanca Gutiérrez Valdivia: ¿Qué aporta la perspectiva de género y urbanismo?, Feminismo/s, n. 17, Universitat d’Alacant, Alicante, 2011, pp. 105-129

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